Jerry Rivera se reencuentra consigo mismo en Levittown

“El lugar que amamos, ése es nuestro hogar; un hogar que nuestros pies pueden abandonar, pero no nuestros corazones”, aseguró en el siglo XIX el médico y poeta estadounidense Oliver Wendell Holmes. Su afirmación cada vez es más relevante, en especial para quien se fue de su país y regresa al lugar donde siempre fue feliz.

Un reencuentro con su infancia, su niñez, con los amigos de la cancha en la comunidad de Levittown, en Toa Baja, específicamente en la Quinta A, fue lo que experimentó recientemente el cantante puertorriqueño Jerry Rivera al regresar a su patria.

El salsero que lleva casi 15 años radicado en el estado de Florida, solo tuvo palabras de agradecimiento a El Nuevo Día por regalarle un momento de felicidad y nostalgia al recorrer el vecindario donde se formó como ser humano. Su “universo” como él llama a Levittown.

La voz de “Ese” recorrió la comunidad que lo vio crecer junto a este medio en una visita memorable.

Los ojos del salsero que debutó hace 30 años en la industria discográfica latina denotaban asombro, satisfacción y gratitud. Fue un reencuentro consigo mismo y con el niño y adolescente que cantaba por diversión sin imaginar una longeva y exitosa carrera musical.

El cantante repasó en su cabeza una película mental. Recorrió sus primeros 16 años de vida en el municipio de Toa Baja en una visita de dos horas y medias.

Las escenas de su familia observándolo cantar el clásico “La rueda” de Frankie Ruiz en la marquesina de la casa con micrófono en mano, las veces que intentó anotar debajo de la pintura en la cancha de la comunidad, mientras usuarios de drogas buscaban la cura desde uno de los banquitos del área recreativa y hasta recordar el primer el beso que se dieron él y su esposa Zeila Donis fueron escenas que pasaron de inmediato por su cabeza.

Las memorias del cantante en su vecindario son innumerables. Su emoción al detenerse en la casa que fue de su familia y que ahora pertenece al toabajeño Fernando Castro, fue tanta que no pudo contenerse y llamó a su esposa vía Facetime.

Mira, estoy en una casa a ver si tú adivinas, ¿dónde yo estoy? Mira esto, déjame irme afuera”, le dijo Jerry a su esposa a través del teléfono.

“¿No me digas que tú estás en tu casa? No te creo… que estás en tu casa (explotó en risas). Te quitaron la casa”, respondió la esposa.

“Estoy con el dueño, me dejó entrar”, indicó el artista.

“!Wow qué linda! La tiene bien linda”, exclamó la esposa del cantante al observar el interior de la residencia a través de la cámara del celular.

“Ese era el cuarto mío y ahí estaba el cuarto de Papi. Cuando me daba fiebre y alucinaba, me trepaba allá arriba en ese clóset”, narró el salsero a su esposa y al dueño de la casa.

Precisamente, el propietario de la residencia le comentó a Jerry que toda la comunidad sabe que “la casa era tuya”.

La fachada y la estructura de la propiedad permanecen igual que cuando Jerry y su familia, compuesta sus padres Dominga Rodríguez y Edwin Rivera y sus hermanos Edwin, Saned, Ito y José, habitaban la casa.

Toda la familia del artista creció en la música. Su padre era músico, sus hermanos son músicos y Edwin pudo estudiar en el Conservatorio de Música. El cantante tiene tíos que son maestros de música y primos músicos. Jerry aclaró que fue el único que no estudió música, no obstante, logró una carrera constante de más de tres décadas.

Levittown no es una tierra, no es un país, no es un sector, es un universo. Mi infancia en el Levittown fue extremadamente feliz. A mis hijos los he llevado ocasionalmente para que conozcan a mis amigos. Son sus amigos también. Las tantas anécdotas que tengo aquí son especiales. Todos los momentos que recuerdo de Levittown son felices. Desde las navidades, lo que disfrutaba en la cancha de baloncesto con todos mis amigos. Los que fueron sanos y los que no, porque muchos eran adictos a la heroína y a todo tipo de droga. En aquella época ellos eran los que más me protegían y me enseñaban, porque me decían hice esto y estuve preso. Esto (droga) me hizo daño en los riñones y ahora tengo que pasar por diálisis. Desde muy niño, desde los seis años estuve viendo eso. Para mí ha sido una de las experiencias más hermosas haberme criado de esa forma. Fue un mundo bien sano a pesar de que había tanta droga. En la calle se respetaba mucho y cada vez que recuerdo como era ese tiempo me emociona haberlo vivido. En Levittown quedan mis amigos que son mi familia”, narró el artista que si se presenta en algún evento en Toa Baja paraliza la zona al contar con el respaldo de la comunidad.

Tras salir de su antigua residencia, -el salsero que impresionó a los 14 años a Tommy Olivencia con una interpretación en un hotel de San Juan-, se encontró con su antiguo vecino Milton Trinidad, quien validó todas las veces que escuchó a Jerry cantar los temas del fenecido Frankie Ruiz y recordó que “jugaba bien baloncesto y que siempre se pasaba correteando por las calles”.

Trinidad se abrazó efusivamente con el cantante y hasta le pidió que le firmase una camisa, no sin antes dejarle saber que quería ir a su concierto en Puerto Rico, los días 26 y 27 de febrero en el Coca-Cola Music Hall en el Distrito T-Mobile en San Juan.

Entre el susto y la emoción

La voz de “Cara de niño” no recuerda la fecha exacta de su último concierto en la isla. Precisó que hizo un espectáculo masivo en un evento de la emisora Salsoul, pero una cita exclusiva con sus seguidores no la tiene hace mucho tiempo. Es por ello que admitió que realizar dos funciones en su patria le genera nervios, ansiedad y mucho miedo.

 

“No sé si la cosa se mueva. Hacer un show siempre es inesperado. Uno nunca sabe si la gente va ir o no”, confesó.

Jerry atribuyó su ausencia de los escenarios en la isla, a que no tuvo un equipo de trabajo y un manejo responsable en dedicarse de lleno a Puerto Rico. “La verdad es que realmente no había coincidido con una persona que me presentara un plan de respeto para hacer el trabajo (concierto) en Puerto Rico. No lo había encontrado en todos estos años”, dijo.

Jerry debutó en la década de 1990 convirtiéndose en la estrella juvenil del género de la salsa en Puerto Rico. No había una fiesta patronal, ni un quinceañero en la isla que los éxitos “Amores como el nuestro”, “Esa niña” y “Cuenta conmigo” no se escucharan.

El apodado “Bebé de la salsa” alcanzó vertiginosamente popularidad y su música se escuchaba con fuerza en cada rincón de la isla. De igual forma, otros países latinoamericanos abrazaban su juvenil estilo, incluso hasta más fuerte que en su patria. Perú, por ejemplo, acogió al salsero como uno de los suyos y hoy día, la voz de “Nada sin ti” llena estadios y recintos con cientos de miles de personas en el país de América del Sur.

“Perú es como mi segunda patria, realmente. Yo me siento en casa. En Perú desde que llego al aeropuerto el trato de ellos es fenomenal. Ellos son gente que ama a los artistas y a los que vienen de afuera. Valoran mucho la música y conocen mi música más que yo mismo”, sostuvo el artista que explicó que luego de Puerto Rico el primer mercado latino que acogió su música y vendió más de 250,000 copias de sus primeros discos fue en Perú.

En Perú, hizo un primer espectáculo masivo con una asistencia de 100,000 personas pagando boletos.

¿Por qué te fuiste de Puerto Rico? 

“No me fui de Puerto Rico porque siempre me mantengo visitando la isla. Me mudé el día que determiné que quería que mis hijos se criaran de otra forma. Aquí no era el momento por cómo en Puerto Rico se estaba viviendo y la idiosincrasia”.

¿Te consideras profeta en tu tierra?

“No sé cómo llamarle a profeta en su tierra. ¿Si soy profeta en mi tierra? Te diría que sí. No soy profeta de Puerto Rico, pero Puerto Rico es el profeta en mí. Mi música comenzó aquí. Atribuyo a mi distancia con Puerto Rico a que no tuve un manejo adecuado que le diera la estructura a mi carrera”.

Una carrera “inexplicable”

Al repasar cómo han sido sus 30 años de carrera, el salsero afirmó que ha sido “inexplicable e irreal” en el sentido de que su incursión en la música fue impulsada por su padre Edwin y en su caso nunca imaginó que pudiera vivir y recibir el apoyo de la gente por tantos años. Jerry no fue el chico que soñaba con cantar desde pequeño.

Jerry lo hacía porque creció dentro de una cultura musical. Amaba el bolero y la balada, pero encontraba en la salsa la clave del sabor. Por eso sus referentes musicales fueron Frankie Ruiz, Lalo Rodríguez. Tommy Olivencia y Luis Enrique.

“Es inexplicable e irreal en el sentido de que un artista nunca sabe si va a tener éxito. Si el éxito te llega de cantazo la pregunta que existía en aquella época cuando empecé era ¿será como una estrella fugaz que brilla bien bonito y luego se apaga? ¿O cómo la espuma que rápido sube y luego baja? No fue así. Ahora 30 años después estamos hablando de esto”, sostuvo el artista que vive en gratitud con sus fanáticos que han seguido su trayectoria desde sus inicios.

La incursión de Jerry en la música fue impulsada por su padre, Edwin. Esa idea de entrar a un estudio de grabación con apenas 16 años surgió de la confianza de su progenitor en su hijo. Claro, ya Jerry había tenido el visto bueno de Tommy Olivencia que fue el primer artista que lo vio a los 14 años y quería incluirlo en un álbum. Ese deseo nunca se concretó.

Sobre el inicio de su carrera, Jerry le da todo el crédito a su padre que tuvo la visión de grabarlo en plena juventud.

“Mi papá no se equivocó cuando dijo voy a grabarte de niño para que tengas éxito de niño y si pasas de 20 años te van a ver como un hombre. Él me decía tiene que ser ahora. Le decía Papi, no estoy listo para grabar. No me puedo comparar con Andy Montañez, Oscar de León, Frankie (Ruiz), Lalo (Rodríguez) y el mismo Luis Enrique que admiro y le tengo un gran amor. Él decía: ‘no importa así crudo como estás es que vas a gustar. Tu inexperiencia hablando y en tarima, es lo que va demostrar que eres un niño que canta bonito y que más adelante vas a desarrollarte. Esa inocencia te va a destacar’. Cuando analizó mi carrera me doy cuenta que todos los errores y barbaridades que decía en tarima contribuyeron de alguna forma. Así que papi no se equivocó”, mencionó el artista de 47 años que no delata su edad, ya que la “cara de niño” le ha favorecido.

Entre las satisfacciones que atesora en su carrera destacó su “boom” internacional con menos de 20 años, el poder realizar una producción de baladas “Vuela muy alto” con el productor internacional Bebu Silvetti y mantenerse en una industria musical por tres décadas interpretando la música que le gusta.

Jerry reconoció que su carrera al igual que la de otros colegas ha sufrido cambios, adaptaciones y altas y bajas. En su caso, hasta hizo una sabática de tres años porque necesitaba tiempo para él y su familia. El cantante tiene tres nietos y se describe como un abuelo consentidor. Aseguró que “añoñar” a sus nietos es una responsabilidad que disfruta al máximo. Su prioridad con su familia, siempre ha sido procurar el bienestar de ellos.

En esta etapa de su carrera anhela sumar aprendizaje de todas las personas que lo rodean a nivel profesional y personal. Prepara dos producciones nuevas, una en salsa y otra de fusiones rítmicas.

Por lo pronto, sus dos conciertos en la isla lo mantienen entusiasmado y ansioso. Su deseo es regalar dos veladas salseras inolvidables y no defraudar a su gente. Se propone repasar sus clásicos y validar el por qué lo nombraron el “Bebé de la salsa”.

Damaris Hernández Mercado

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