La cultura de la salsa, una gozadera que le puso sabor a Barranquilla.. Primera Parte

 

En la esquina de la calle Providencia con San Rafael en el barrio Rebolo —hoy carrera 25 con calle 29—una tiendita ponía canciones de Joe Cuba, Ismael Rivera y Alberto Beltrán, que en 1959 se volvieron referentes para melómanos.

Hombres con los botones de la camisa abiertos hasta la mitad del pecho, cabellos desordenados y pantalones ceñidos en la cintura se sentaban encima de canastas de cerveza a escuchar lo nuevo que traía Rafael Alfonso Figueroa  a ese establecimiento que de a poco iba tomando forma de estadero.

Un zapatero que visitaba de forma asidua aquel local repetía una y otra vez en una máquina traganíquel La número cien, un tema de la Sonora Matancera en la voz de Alberto Beltrán. La canción, manifiesta  el docente de Comunicación Social e investigador Carlos Ramos Maldonado, se inmortalizaría como el nombre del primer templo de la salsa que tuvo la ciudad: La 100, el lugar en el que los barranquilleros aprendieron a “azotar baldosa”.

Rafael, conocido como Ralphy Cien, fue uno de los más ávidos coleccionistas de salsa en la ciudad y a quien se le atribuye el haber puesto a sonar ese género que en aquellos tiempos era considerado vulgar y de mal gusto por las elites sociales.

El periodista, escritor y coleccionista musical, Gilberto Marenco Better, cuenta que en una entrevista con Ralphie —fallecido en 2010— este se refirió al papel de la actividad en el puerto como una fuente de intercambio cultural para los amantes de la música. En los apartes de su conversación con quien fue rey Momo del Carnaval en 1996, le decía que Buenaventura era el puerto de Colombia al que llegaban la mayoría de joyas musicales de la época, sin embargo, se fue extendiendo el rumor de que la tripulación que viajaba en los vaporinos traía discos  del extranjero. Así llegó la salsa a Barranquilla.

Marenco recuerda una anécdota referida por Ralphy, en la que un miembro del Ciudad de Barranquilla, un barco perteneciente a la Flota Mercante Grancolombiana, lo llevó al camarote para mostrarle acetatos, oro negro que traía de sus viajes para vendérselos a los interesados en las novedades.

—Vendemos de uno a diez discos.  La cantidad que quiera ¿Cuántos va a comprar?

—Todos —Le dijo Ralphy sin haber mirado los discos—.

El vendedor lo miró sorprendido y le explicó que “eran trescientos y pico”.

—Son míos —respondió—.

Desde ese momento, destaca Marenco, la provisión de discos que llegaba a Buenaventura se terminó y de todas partes del país venían a Barranquilla a comprar la música.

Milton Figueroa, hijo de Ralphie ratifica aquel suceso y afirma que pasó más de una vez.

“Disco que salía mi padre lo compraba inmediatamente. Se volvió un referente para los melómanos. Primero compraba en los vaporinos y después él mismo viajaba para conseguirlos en Estados Unidos, Puerto Rico y Cuba. La salsa era vista como música plebe, pero mi padre y sus clientes demostraron que era para buenos escuchas”.

En un trabajo audiovisual rodado a finales de los años 80, Ralphy le explica a un grupo de documentalistas franceses qué es la salsa.

Aparece en el video con su afro corto, su habitual bigote del que, en ese momento, salían incipientes canas. Vestía una camiseta vinotinto con la palabra salsa y en su rostro dibujaba una sonrisa cuando sonaba el timbal, la misma que todavía recuerdan los que le conocieron.

En el documental rememora su acercamiento a los vaporinos en los que compró sus primeras músicas. Abordó el estilo del baile quillero “muy diferente al de sus hermanos de Cali” porque según él, la salsa se baila como se siente en el cuerpo. Habló de soneros, de raíces y de picós, las emisoras ambulantes del Caribe.

Carlos Mario Mojica, coleccionista musical y picotero conocido como Don Alirio, publicó a través de su cuenta de Twitter el documental llamado Salsa Opus 2 Colombia, dirigido por Yves Billon, cineasta francés fundador de Les Films du Village and Zaradoc. Mojica explica que el propósito del trabajo era analizar el fenómeno musical alrededor de la salsa, los picós “y su forma de promover un extenso pentagrama universal entre las clases populares”.

Continua…..

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