Como aquella primera lluvia refrescante de café de hace 30 años, cuando llegó a España con sus 4.40 para enseñar al país a bailar merengue, el aguacero que Juan Luis Guerra ha arrojado este jueves sobre una ciudad sumida en la canícula ha vuelto a saber a gloria y a Caribe.
Esta vez a las 15,000 personas que han agotado todo el aforo del Wizink Center no ha tenido que mostrarles cómo soltar la cadera en una fiesta ininterrumpida de casi dos horas que sigue a las que organizó en los días previos en Santa Cruz de Tenerife, Valencia y Barcelona y que aún tiene pendiente volver a Canarias este sábado.
Presenta Guerra (Santo Domingo, 1957) su reciente álbum «Literal», el decimosexto de estudio de su carrera, y a él se ha empleado con cinco de once cortes, pero sin descuidar la producción que lo ha convertido en el rey del merengue, fusionado con otros estilos como el bolero e instrumentaciones de afrojazz, y un poco también de la bachata, con el permiso de jóvenes valores como Romeo Santos.
Pocos de sus discos se han quedado fuera del repertorio, con especial incidencia en sus mayores éxitos, como «Ojalá que llueva el café» (1989), el tercero, que le dio repercusión internacional, o «Bachata rosa» (1990), que fue el de mayor éxito comercial con 9 millones de copias, y «La llave de mi corazón» (2007), que le deparó cinco Grammys Latinos.
La misma afección por los géneros caribeños tradicionales que lo encumbró fue la causa de que, durante mucho tiempo, incluso hoy, no fuese bien ponderado no tanto por la crítica como por la supuesta modernidad musical de este lado del Atlántico, pese a estimársele más de 70 millones de copias vendidas y ser una de las figuras con mayor número de Grammy Latinos, 21, además de 2 Grammys.
Junto a su habilidad y conocimiento profundo para llevar esos estilos a otro lugares, hay que destacar sobre todo la espectacularidad del perfecto engranaje de los 4.40 en cada canción, con cada cambio de género, una variedad de registros, cadencias e instrumentos que la acústica del recinto ha permitido disfrutar a la perfección pese al jolgorio de los asistentes.
Sus 15 músicos, todo un batallón del cielo, ya guardaba posiciones a las 21,30 horas en un enorme escenario que diez minutos después ha recibido a la estrella en medio de una explosión de color, una ovación y la bilirrrubina a tope con «I Love You More,” un merengue popularmente conocido como perico ripiao.
El monzón Guerra, que igual se empapa con noticias del periódico que con el Antiguo Testamento, no ha tardado en liberar su gran caudal de éxitos y pronto han sonado «A pedir su mano» y la imprescindible «Ojalá que llueva café» para que el WiZink cambiara el olor a sudor seco por aroma a yuca y té.
«¿Cuántos españoles?», ha preguntado a la anónima concurrencia, una suerte de encuentro panamericano con abundancia de dominicanos, claro, pero también de muchos venezolanos, chilenos, peruanos, panameños, colombianos, ecuatorianos…
Para su sorpresa, el puertorriqueño Luis Fonsi se ha sumado a la interpretación de la bella «Bachata rosa», la del «ay, ay, ay, amor, tú eres la rosa que me da calor», pero un calor agradable, del que ha brotado la salsa de «Razones» y «Carta de amor».
Imposible mantenerse sentado más de dos minutos ante la irrupción de sueros multivitamínicos como el clásico folclórico venezolano de «Woman del Callao», como «Rosalía» o incluso como su popular denuncia del capitalismo más atroz, «El costo de la vida».
«Para ti», casi un salmo evangélico compuesto para «Jesús, el rey de reyes», se ha tocado con el aire más terrenal de la salsa «Má pa’lante vive gente», avanzando el reloj de forma tramposamente rápida, entre percusiones descontracturantes como las de «El Niágara en bicicleta» y el apabullante pasaje instrumental posterior y entre metales celestiales como los de «La travesía» o la fulgurante «El farolito».
Así ha irrumpido sin previo aviso «La bilirrubina» y su estallido colectivo de alegría, justo antes de unos bises donde ha incluido «Visa para un sueño», un popurrí de más éxitos como «Burbujas de amor» y el remate completo con «Las avispas» a 25 grados de temperatura mental.
EFE