“La salsa no nació”, explica Marenco. “Fue un sonido que evolucionó desde los grupos tradicionales de música cubana. Desde el complejo de la rumba como el son, el danzón, el mambo, el chachacha, la guaracha, el sucu sucu, la pachanga y otras variantes, así como elementos de la bomba y la plena de Puerto Rico, del Merengue de Republica dominicana, el merecumbé de Colombia fue desarrollándose en las comunidades latinas de inmigrantes en Nueva York”.
Señala que el sonido fue tomando forma en la década de los 60 y 70. “Los jóvenes nacidos en esa ciudad o llevados muy pequeños desarrollaron su microcosmos en lo que se llamó El barrio, donde convivían negros y blancos cuyos antepasados habían venido de países del caribe insular y del caribe continental”.
Añade que en Barranquilla la música cubana se escuchaba a través de la onda corta de las emisoras de la isla y eso permitió que muchos artistas en la década del 50 viniesen a Barranquilla, Cartagena, Medellín y Cali.
“Al reventarse la estructura de cada ritmo y ser interpretado por jóvenes músicos en Nueva York, sin tener en cuenta que el son debía sonar como son, la guaracha como guaracha, el guaguancó como guaguancó, se dio un salto cualitativo que terminó denominándose salsa, con un inicio incierto porque en 1933 Ignacio Piñeiro grabó el tema Échale salista en honor a un restaurante El Congo ubicado en lCatalina de Güines”.
Danny Tinoco, coleccionista y conocedor explica que como los estratos medios y bajos no tenían acceso a clubes privados nacieron las verbenas, espacios que eran amenizados por transformers estruendosos que competían por la potencia de su sonido y el más exclusivo repertorio.
El Coreano es uno de esos escaparates que se hizo conocido en la ciudad por estar al día en las novedades.
Concepción Hernández tenía una cantina en la carrera 18 con 52 llamada El Coreano, un establecimiento en el que la salsa era una religión. Sus amigos y clientes asiduos viajaban al exterior y le traían discos que luego de pegar en su recinto empezaban escucharse en cualquier esquina. Años más tarde, junto a sus hijos Dagoberto y César crearon el picó El Coreano, uno de los más respetados de la ciudad por su extensa colección.
“El Coreano tiene un papel fundamental en la historia de la salsa en Barranquilla. Mi padre Italo Gallo pertenece a la segunda generación. Lo tenemos desde el año 1981. Es técnico electrónico, fabrica equipos de amplificación y ha sido técnico de las grandes máquinas”, señala Italo Gallo Jr., hijo del actual propietario.
“La salsa era la música de moda, la salsa neoyorquina era un boom y los picós la adoptaron. Los coleccionistas comenzaron a investigar y a traer música lo que se convirtió en la razón de ser, pues la bandera del picó es imponer música”.
El documental que se grabó en Cali, Chocó y a Barranquilla buscaba investigar sobre las raíces del territorio y el conocimiento musical intrínseco en las personas del Caribe.
Niños bailando en plena calle mientras juegan entre amigos, grupos folclóricos que danzan en medio de la Batalla de Flores y personas que parecen despojarse de sus preocupaciones al dejar que la música se apodere de su cuerpo son algunas de las escenas que se ven en este trabajo de 53 minutos.
El Ipacarai, del barrio Simón Bolívar, La 100, en Rebolo y el Festival de Orquestas con el Joe interpretando El Centurión de la Noche son tres diferentes pistas de baile en las que la música parece ser para el barranquillero el desfogue del alma.
Para Osman Torregrosa, coleccionista y promotor de eventos “por Barranquilla entró la salsa”. “Por Puerto Colombia y el terminal marítimo”.
“Se afianzó en los años 60. Cuando llegaba El Caribe, un barco transportador de cemento en el que un trabajador rebolero de apellido Portillo traía música. En ese tiempo el término salsa no existía. En los estaderos la gente pedía una descarga, un boogalo, un son montuno”.
Torregrosa recuerda el programa radial La Tómbola Musical de Pedro Juan Meléndez, pionero del ese género antillano y aunque dice que los tiempos han cambiado, asegura que esta música ha logrado perdurar en el tiempo.
“Al bailar los veteranos eran muy elegantes, la magia estaba en la contracción de cuerpo, no en tirar patadas a la loca. El salsero de antes se la vacilaba con las manos, en cuatro baldosas, con la frente en alto y gran armonía”.
Chavarro, conocido como El Chava, Socrates Carrillo, Mambo Loco y más adelante Chicho Pijuán, fueron, según Torregrosa los primeros bailarines de salsa de la ciudad, formados en la escuela de La 100.
“Esos años fueron muy importantes para la cultura salsera. En aquellos tiempos el oído era más fino. La juventud, con todo el respeto que se merece, no tiene oído para la música”.
Final..El Heraldo