Gilberto Santa Rosa, el consagrado artista que inició esta semana su gira por España, destaca -además de por ser uno de los máximos exponentes de la salsa- por su carácter polifacético que le ha hecho adentrarse en múltiples disciplinas a lo largo de su amplia trayectoria profesional.
Además de la música latinoamericana, que Santa Rosa ha expandido y transportado a los rincones más recognitos del mundo, otros ámbitos en los que ha sabido moverse como pez en el agua han sido el teatro y los musicales.
Santa Rosa y la actuación
A principios de los noventa el artista se estrenó con la obra ‘La pareja dispareja’ (1990) junto a Rafo Muñiz y Luis Vigoreaux -hijo-. Su espíritu aventurero y el amor que desprende en cada uno de sus nuevos proyectos le llevaron a consolidarse también en este sector, demostrando que sus dotes no se circunscriben únicamente a la música.
Tal es así, que en las tres décadas siguientes ha participado en otras producciones teatrales que, al igual que su música, han llegado hasta diferentes países y obtenido un considerable reconocimiento. Una de las últimas fue ‘Atracame más’, en colaboración con el comediante cubano Alexis Valdés, producida -nuevamente- por Rafo Muñiz y presentada en el Teatro Tapia de San Juan (Puerto Rico).
En esta obra, Santa Rosa encarnó a «Emilio”, un exitoso productor de melodramas que se veía en la tesitura de lidiar con las ocurrencias de “Félix”, un actor secundario carente de talento que asume el rol de un pillo de poca monta. Este trabajo sacó a Gilberto de su zona de confort y le ofreció un simpático reto, puesto que tuvo que adaptarse a una dinámica cómica que no suele acomapañarle en sus trabajos.
Aún con todo, la carrera de Gilberto en lo referido a la interpretación no siempre ha sido un camino de rosas. En el año 2003 fue el encargado protagonizar el musical «La verdadera historia de Pedro Navaja», realizado en el Centro de Bellas Artes de Caguas. Su rol, por supuesto, fue el del propio Pedro Navaja, ese misterioso hombre con sombrero y gabán que trotaba los lúgubres callejones de la ciudad con el puñal en la mano y su brillante diente de oro reluciendo entre las sombras.
Este icónico personaje cargado de aristas fue creado por Rubén Blades y Willie Colón en la canción homónima del álbum ‘Siembra’, publicado en el año 1978 por la discográfica FANIA. Esa canción de -nada menos- 7 minutos y medio fue un hito solamente igualado por ‘El Cantante’ de Héctor Lavoe (también compuesto por Blades) e internacionalizó la salsa a nivel global, conviriténdose en uno de los pilares fundamentales de la música latinoamericana.
Para acometer la difícil labor de interpretar al personaje, Gilberto Santa Rosa se sometió a un disciplinado estudio sobre el transfondo histórico del Puerto Rico de los años 50, época en la que se desarrolla la historia. Dedicó muchos meses y semanas a ver películas del actor Carlos López Moctezuma (que interpretaba a villanos en las películas mexicanas de entonces) y a leer información sobre cómo era la vida en ese momento.
Santa Rosa puso toda la carne en el asador y se volcó por completo, hasta el punto de consentir algo inédito hasta ese momento: No ser él quien lidere un proyecto. En este caso no era una estrella sobre la tarima, sino un actor central sobre el escenario. Ese cambio supuso en él todo un aprendizaje a nivel personal, según afirmó en entrevistas posteriores.
Así pues, este duelo con Pedro Navaja fue, a la postre, beneficioso para Santa Rosa, ya que le dio una nueva perspectiva sobre la constante evolución que un artista debe seguir para -como él- consagrarse como un referente artístico de alto calado.
Román Casero