Ávido lector, entusiasta de los deportes, amante de la naturaleza, maestro de canto, consejero, fanático del aprendizaje en general. Son muchas las facetas que forman al cantautor puertorriqueño Domingo Quiñones, para quien la pasión por la música es solo una de tantas.
A sus 8 años, cantaba con un cepillo frente a un espejo con un público imaginario en el apartamento donde vivía en el Residencial Jardines de Ceiba, mucho antes de descubrir que, tiempo después, su voz resonaría como una de las más icónicas a nivel internacional, principalmente del género tropical.
Pero también, la lectura lo capturó a sus 9 años, con libros de autores como Pablo Neruda, Mario Benedetti y Mark Twain. “Cuando creo un poco más de conciencia, o se crea en mí, entro en la lectura porque cuando me enteré que mi mamá (Carmen Arroyo Flores) nunca fue a la escuela, yo me hice la pregunta, ¿cómo yo voy a hacer mis tareas si mi mamá no sabe leer ni escribir?’”, rememoró sobre su crianza, que también se dividía en el barrio Guayabota, en Yabucoa, con sus tíos, y evocando el recuerdo sobre la madre soltera de quien también aprendió el amor por la música. “Mi mamá cantaba mientras fregaba. Ella era loca con Lily y El Gran Trío”, añadió el galardonado intérprete, quien presentará el espectáculo Domingo Quiñones: 45 años de música el próximo 5 de febrero en el Coca-Cola Music Hall.
Con una crianza de dificultades económicas, al hablar de su trayectoria, el sonero no se enfoca en los traspiés, sino en los logros. “Mi mamá tuvo un dominio tanto en cuanto a defendernos y en cuanto a dirigirnos”, afirmó con orgullo. “Mi papá (Domingo) se fue a los 4 años”, agregó, pero el resentimiento jamás ocupó su pensamiento. “Lo vi como 37 años después, y mi mamá, cuando se enteró que estaba en New Jersey, vino a vivir a la casa de mi mamá, que tenía un cuarto, y yo, como si hubiera vivido con él toda la vida porque yo lo amaba”, sostuvo el artista, quien dentro del deporte se fue formando en el taekwondo y el boxeo.
“Dios me fue abriendo puertas, porque antes de yo tocar, ya tenía un trabajo en todo en cuanto a música se refiere y las artes”, manifestó con agradecimiento, y pasó a recordar cuando desde la adolescencia, luego de que su madre se mudó a vivir a Nueva Jersey, se relacionaba con grandes de la música gracias a su calidad interpretativa.
“Hay personas que tú le puedes hacer esta pregunta y comienzan a hablarte de tanto obstáculo y puerta cerrada. Yo no puedo hablar de eso. Yo abrí la boca a los 14 años y a esa misma edad comencé a grabar. Abrí la boca un día a cantar en una rumba, recuerdo como ahora, que en la rumba estaba Frankie Ruiz, Junito Ruiz, el hermano, Papo Rivera, que canta música cristiana, y tocaban conga. Mi mamá no me permitía ir a esa rumba”, confesó sobre la actitud sobreprotectora de su progenitora hacia él y sus hermanos.
La costumbre era compartir el micrófono para que los interesados se unieran al festejo musical. Aunque estaba claro de su talento para cantar, no se había atrevido a demostrarlo delante de tantos. “Ellos estaban acostumbrados a que yo dijera ‘yo no canto’”. Pero ese día, eso cambió. “Yo abrí la boca y dije (canta) Sun, sun, sun, sun, sun, babae / Pájaro lindo de la madrugá… Y uno de los muchachos dijo ‘oye, tú cantas’ y le dije ‘yo no’, como esta cuestión de chamaquito con poca calle”, expresó el cantante, quien por momentos a lo largo de la conversación entonaba estrofas de éxitos para explicar sus anécdotas, mostrando la frescura de su voz a sus 60 años.
Con inmediatez, en pleno grado escolar, las oportunidades profesionales asomaron. Atrás quedó la timidez. “La primera orquesta con la que comencé a cantar se llamaba la Orquesta Tabú, en Paterson, New Jersey”, destacó el también productor musical y actor, cuyas influencias musicales incluyeron el rock, soul, jazz, disco y bolero, entra tantas.
En su vasta lista de experiencias, trabajó con intérpretes y agrupaciones que incluyeron a José Alberto “El Canario”, Conjunto Nativo, Johnny Rodríguez y el Conjunto Clásico.
En la década de los ochenta, logró una de sus mayores aspiraciones: trabajar en la orquesta de Luis “Perico” Ortiz, con quien grabó álbumes como La vida en broma (1985) y, también, In Tradition (1986), entre otros. Hoy día, además del aspecto profesional, los une un lazo casi familiar.
El salto a la carrera como solista no fue una decisión difícil. “Empecé como corista y la mayor indirecta que tú puedes dar a un cantante en una orquesta, que era corista, es que cuando viene el disco me dan siete temas a mí y dos al cantante principal. De ahí empecé una seguridad”. En los inicios de la década de los 90, lanzó Domingo es mi nombre.
“Cuando yo salgo como solista, ya hay gente que me había apodado ‘El más que canta’. Yo no me atrevo a decir que yo soy el más que canta, en mi vida. No lo vas a escuchar de mi boca”. En ese entonces, decidió mudarse de regreso a Puerto Rico. De una discografía en solitario con más de diez álbumes, éxitos como Tú cómo estás, Enséñame, Si tú te vas y No voy a dejarte ir se quedaron como clásicos de su amplio catálogo de temas de salsa, por solo mencionar algunos. Colaboraciones con Tito Puente, Oscar De León y Tommy Olivencia se añadieron a la experiencia del también compositor, quien se mantiene activo con presentaciones en y fuera de Puerto Rico.
Cabe mencionar que dentro de su preparación, tomó clases de canto con Seth Riggs, quien fuera entrenador vocal de Michael Jackson. En su interés académico, esto lo motivó a enseñar por 16 años esta disciplina del arte.
La actuación también asomó entre las oportunidades, con obras musicales Jesus Christ Superstar, ¿Quién mató a Héctor Lavoe? y I Like It Like That, entre otras.
Motivar es una misión
El encuentro con las drogas lo marcó en muchos aspectos. Para un sector del público, se trata de un pasado de vergüenza, un tema de burla o un asunto para criticar. El artista prefiere enfocarse en su transformación, en el aprendizaje que derivó, la empatía que desarrolló y su interés en tender la mano a quien, como él, pasó por momentos de angustia y desesperanza.
“Yo probé lo que era darme un pase a los 16 años, una vez, y ya. No me gustó. 25 años después tuve una recaída en eso”, recordó. De esa segunda etapa, compartió la dificultad para superar la adicción, y aclaró que “no duró tanto tiempo como dice la gente”.
“Yo nunca inicié a nadie en esto. Yo me iba a lugares donde no me encontrarán, de la losa al babote, a lugares peligrosos, pero mis hijos no me iban a ver. Llegaba (a la casa) de eso destrozado. Se hizo una escalera en la parte de atrás”, recordó, y entre las anécdotas, confesó que llegó a deambular.
Uno de los momentos más duros se convirtió en el puente para su nueva etapa como consejero, y para un renacer espiritual.
“Una noche está la enfermera en casa. Estoy yo y que rompiendo con Benadryl”, dijo. “Todo el mundo se durmió. Cogí el gancho y me fui (guiando) con el suero puesto, y cuando le toco a la ventana a la persona, que él me ve con eso guindando, que ya la sangre estaba… me dijo ‘diache, tú estás loco….’. Y cuando voy bajando, una rama de tamarindo se me encajó, y se me salió. Aquello era una fuente. No paraba y yo ‘Señor, por favor’. Yo sentía que ya estaba débil. Dije ‘me voy a morir, Señor, perdóname, si no vuelvo’… ¿Sabes qué? Paró de sangrar. Me fui para un liquor store y compré una caneca de Chichaito. Llevaba esta mano llena de 37 bolsas, aquí (en la otra) como 22 de crack, para mi casa”, narró en detalle.
“Recibí una llamada de (el músico) Cuto Soto, mi productor, que fui yo quien lo llevé a la iglesia (años atrás), y dio el paso al frente”, continuó. “Me llamó a las 3:00 de la mañana y me dijo ‘Domingo, ¿tú piensas seguir así o vas a parar?’. Yo nunca había llorado así. Yo estaba gimiendo. Le dije ‘yo quiero parar, pero no sé cómo’. Él dijo ‘déjame orar por ti’, y oró por mí, y cuando oró por mí, yo sentí algo efervescente en la boca, como (sabor de) baking soda”, describió conmovido. “Boté todo (las bolsas de droga). Lo boté por el toilet, todo. Se fue todo de mí’, todo. Me acosté a dormir y cuando me levanté, hacía años que yo no miraba para arriba y veía el sol todo diferente. No obstante, yo sabía que necesitaba ayuda emocional”, sostuvo, y precisamente, se dio el tiempo para recibir tratamiento profesional especializado como parte del proceso, a la par de abrazar el lado espiritual con mayor convicción.
En la actualidad, celebra que en marzo recibirá el diploma de su maestría en consejería en adicciones, y comenzará su doctorado en la misma rama, decidido a convertirse en adictólogo y seguir impactando vidas como lo ha hecho con su testimonio y su intervención directa hacia decenas de personas en crisis, desde su transformación.
“Yo he dejado mitad de mi vida en púlpitos, escuelas y hogares de rehabilitación”, confesó como parte de su compromiso.
A celebrar con su público
Dentro de sus motivos para celebrar, está lo que será su encuentro con el público el próximo 5 de febrero.
“Mostrarle a la gente 45 años de música es imposible en una noche pero vamos a hacer, yo creo que la mayor cantidad de canciones que yo he llevado a algún espectáculo en mi vida”, adelantó sobre el show que tendrá como invitados a Luis “Perico” Ortiz, Luisito Carrión y Carlos García.
“Es el más importante de todos los que yo he hecho en mi vida porque es en Puerto Rico, es el momento donde no predomina la salsa quizás como en otros momentos, y a mí me sigue yendo como si hubiese empezado ayer”, valoró.
“El pueblo siempre se queda con ‘otra’, ‘otra’ en fiestas patronales, festivales… Aquí las ‘otra’, ‘otra’ que me han pedido por tantos años desde mi primer disco hasta el que no he sacado todavía, tenemos todo”, afirmó sobre el repertorio que presentará. “Van a ver facetas mías que no solamente son las que saben, de interpretación”, añadió el también padre de Marisol, Josh y Markez, y abuelo de Anushka, Joyce y Lucas, quien en lo personal, festeja con orgullo contar con 45 años de unión matrimonial con Sonia Ortiz, a quien conoció en Connecticut.
Rosa Escribano Carrasquillo