Una tarde coincidimos en el campamento de custodia mínima y nos saludamos con un fuerte abrazo.
Lo invité a las reuniones sabatinas de la Pastoral Carcelaria e Ismaelito con franqueza dijo que estaba por regresar a la libre comunidad.
A la siguiente semana ya no estaba. Y cuando pregunté a sus compañeros del penal si sabían quién fue su compañero por varios meses, por unanimidad dijeron: El Hijo del Sonero Mayor.
Las anécdotas fluyeron con grata y simpática naturalidad. Que si ayudó a algunos a aprender a leer; que si les cantaba por las tardes; que si les habló de la bomba y plena; que si les contó de la grandeza de su Padre; que si les instruyó sobre los secretos de la clave y el soneo…
Un año después, tras obtener los permisos de rigor, llegamos con micrófonos, bocinas, tumbadoras y pistas de algunos de los éxitos del Sonero Mayor, y los presos se curaron cantando, soneando y tocando la percusión.
En los pregones eran recurrentes los recuerdos del paso de Ismaelito por allí y su impacto en no pocos reos del campamento.
De regreso a la libre comunidad, lo entrevistamos en varias ocasiones. El contacto siempre fue un colega: el fotoperiodista José Rodríguez, su amigo y hermano.
Se generalizaba que su carácter, el de Ismaelito, era difícil. Diría que bastante sincero, directo y honesto. No doraba píldoras: al pan, pan y al vino, vino.
Siempre que lo miraba veía a Doña Margot, su misma cara y, por consiguiente, a su padre Ismael. Casi idénticos, aunque su hermano Carlitos, de mayor estatura y corpulencia, también se parecía mucho a Maelo.
Siempre pensé [y aún lo considero así] que si un cantante debía interpretar los éxitos de su padre con La Panamericana, Cortijo y su Combo, Kako y su Trabuco y Los Cachimbos era Ismaelito Rivera, El Heredero.
Su respuesta era que prefería forjar su propio repertorio porque nadie cantaría “Incomprendido”, “Mi jaragual”, “Mi negrita me espera”, “Dime porqué” y “Las caras lindas” como su Papá y que, esporádicamente, si el soberano se lo pedía, lo complacía.
En el primer disco de Los Hijos de los Célebres [con los también difuntos Puchi Rodríguez y Andicito Montañez junto a Roberto Roena y su Apollo Sound] grabó algo, al igual que en el cd “La Nueva Generación” que en 2006 grabó con Rafaelito Cortijo, en una producción financiada por Carlitos Román.
De hecho, la muerte lo sorprendió tras grabar en un disco con José ‘Cheo’ Arce y su Orquesta que debe salir pronto. “Esa mulata es candela”, con Cheo, y “Bailadores” para el concepto “Colegas” con Gilbertito Santa Rosa, son parte de sus últimas grabaciones.
Sin embargo, el nieto de Margot, el primogénito de Ismael, el ahijado de Cortijo y el Hijo Célebre de la Salsa hizo lo suyo con su esfuerzo y originalidad, cuidándose de no ser un clon.
Eso sí le sobró calle, esquina y acera. Le sobró maña, malicia y combatividad. Le sobró conocimiento de la percusión y del sentimiento de la plena y la bomba.
Queda un legado para apreciar, valorar y celebrar su paso por el pentagrama. Como su Papá, Ismaelito grabó con Cortijo y con Kako [Francisco Bastar] y esculpió su propia historia con Los Hijos de la Salsa, Los Hijos de los Célebres, ABC de Jesús Cepeda y Rafaelito Cortijo.
El disco “El Sueño del Maestro”, de Cortijo, es una de sus grandes aportaciones, junto a Fe Cortijo y Carlos Santos. También el cd “Termina lo que su Padre empezó”, la que se supone fuera la última grabación de Ismael Rivera. Asimismo el concepto con Rafaelito Cortijo y uno de mis favoritos: “La Leyenda sigue”, editado por la multinacional CBS en 1989.
Demasiada música original para un tributo radial honrando su voluntad de respetar el cancionero de su Padre porque nadie lo podría cantar como Él.
Descansa en Paz, Ismaelito Rivera.