Se llamaba José Luis Feliciano Vega, pero era conocido artísticamente como Cheo Feliciano, nombre con el cual se erigió en icono indiscutibles de la salsa. Nacido en Ponce, Puerto Rico, el 3 de julio de 1935, en el seno de una familia muy humilde, falleció el 17 de abril de 2014 en un accidente automovilístico, por lo cual se están cumpliendo cinco años de su desaparición.
A Nueva York llega en 1952 y cinco años después ya formaba parte del sexteto de Joe Cuba, donde permaneció una década y popularizó grandes éxitos de su repertorio, como El pito, A las seis, Como ríen y El Ratón. Más tarde fue voz líder en la orquesta de Eddie Palmieri, entre 1967 y 1969, e impuso temas como Busca lo tuyo, Ritmo alegre y Paginas de mujer. Luego se retira para ingresar a los Hogares Crea y superar sus problemas de drogadicción, después de lo cual regresa a lo grande, contratado por Jerry Masucci para su sello Fania Records y a partir de allí despegaría la etapa más brillante de su eminente carrera en la música.
Tuve el privilegio de manejar la prensa del memorable espectáculo que con motivo de sus 50 años artísticos ofreció en el Teatro Teresa Carreño el 6 de mayo de 2007. Allí se paseó por lo mejor de su repertorio, desde sus inicios con Joe Cuba, pasando por la Fania All Star y su posterior y rutilante carrera como solista. La presentación en Caracas formaba parte de un recorrido internacional para celebrar esas cinco décadas en los escenarios. Venezuela, lo dijo el mismo artista en la rueda de prensa que ofreció en el Hotel Eurobuilding, no podía faltar en ese periplo, pues era uno de los países que con mayor cariño y admiración lo había recibido siempre, “razón por la cual tengo hacia Venezuela una gratitud inmensa”.
Ya en 1978, en su emblemático álbum The Singer, en el que estaba su excelente versión de Canta, el tema de Rafael Hernández que revitalizó hasta convertirlo en éxito internacional, Cheo agradecía el apoyo que los venezolanos le profesábamos a través de una canción dedicada a nuestro país, titulada Salsaludando, obra nada más y nada menos que del gran Tite Curet Alonso. También en ese mismo disco interpretó, con un vistoso y original arreglo en clave de salsa, obra de Johnny Pacheco (productor del elepé), la canción de Aldemaro Romero Poco a poco, con rítmicos y jazzeados acordes.
En 1990, en su CD Los feelings de Cheo, el boricua incorporó el tema de Ilan Chester Una en un millón, con arreglos de Daniel Freiberg, del cual hizo una auténtica creación. La pieza parecía hecha especialmente para él, pues estaba muy a tono con su temperamento como bolerista de fibra y garra. Otra obra de autor venezolano que el puertorriqueño llevó al disco fue Mi propio yo, de Chelique Sarabia, incluida en uno de los dos álbumes que hizo en Caracas con la Rondalla Venezolana, composición a la cual, como era su costumbre, le imprimió su inigualable sello de excelencia vocal e interpretativa.
También, en el que quizás ha sido uno de sus álbumes más laureados, Una voz… mil recuerdos, que en 1999 fue nombrado como el Disco del Año en Puerto Rico, dedicado a varios de los más recordados exponentes de la música y el canto latinoamericano, interpretó, en honor a Felipe Pirela, uno de los éxitos más resonantes del zuliano con la Billos Caracas Boys, Para qué recordar, que en mi opinión es una de las mejores de las incluidas en esa grabación imprescindible.
Como se aprecia, Cheo Feliciano, además de las innumerables veces que estuvo entre nosotros ofreciendo su arte fuera de serie, recibiendo a cambio amor, admiración y aplausos, dejó en su apreciable legado musical esta selección de canciones venezolanas, que hoy valoramos más que nunca cuando se cumplen cinco años de su partida a la inmortalidad.
Aquilino José Mata