El recuerdo del inolvidable Tito Rodríguez (4 de enero de 1923-Santurce, Puerto Rico / 28 de febrero 1973) sigue perpetuo en los corazones del público más, en la conmemoración de los cien años de su nacimiento. A pesar de la partida prematura del extraordinario cantante, su legado, trayectoria y huella marcó significativamente momentos de gloria dentro del pentagrama musical.
“En 1962 cuando vino a Puerto Rico por primera vez, traído por la tienda de zapatos Thom McAn en Bayamón Shopping Center. En 1966 lo volví a ver en un baile en Miramar Center; y en 1967 cuando se estableció en Puerto Rico, yo tocaba con la Orquesta de Mario Ortiz, los sábados en un hotel y lo fuimos acompañar a tocar a una actividad en Ponce a beneficio de la Liga Puertorriqueña Contra el Cáncer. En ese momento tuve la oportunidad de conocerlo, lo que fue una tremenda experiencia”, señaló Rivera Izquierdo que se inició en la música en 1965.
“En 1968, viviendo en Puerto Rico fue a los carnavales de Venezuela con la Orquesta de Mario Ortiz y mi tío el cantante Chico Rivera me invitó a los ensayos. Estuve cuatro horas escuchando y viendo un ensayo de Tito con la orquesta de Mario, un verdadero banquete. Después, continué coleccionando sus discos. Lo vi en Siboney Lounge y donde quiera que se presentara con su orquesta en Puerto Rico”, recordó el productor radial.
Dijo que Rodríguez era bien exigente y que tenía una dicción perfecta al momento de interpretar los temas. Enfatizó que gran parte de su éxito fue por su estilo, su fraseo pausado en los boleros, que lo llevó a convertirse en uno de los mejores de su época.
“Era una época con grandes cantantes como Vicentico Valdés, Lucho Gatica, Joe Valle, Roberto Yanés y otros. Tuvo que hacer un estilo propio, donde cortaba las sílabas, pausando a su estilo y eso fue lo que logró con su primer álbum ‘Tito with Love’… Vendió sobre un millón de copias en Argentina y explotó como bolerista.”
Además, dijo que se destacó como bongosero y maraquero en sus comienzos. Realizó estudios musicales en la Escuela Juilliard en Nueva York, en armonía y vibráfono; mientras se destacaba también, en el timbal.
“Hay que hablar de Ray Santos y René Hernández, grandes músicos y arreglistas, piezas importantes en los arreglos y sonido de la orquesta de Tito. La rivalidad con Tito Puente -la que señaló fue más por prominencia y nombre- sus discos, viajes y huellas dentro de la música latina”.
Fundación Nacional para la Cultura Popular
Luis Guillermo Rivera