Tener presente que su padre, Cheo Feliciano, sigue vivo en la historia de la música y en la memoria de sus fanáticos, es una de las realidades que brindan cierta serenidad a Michele al recordar la trágica partida del salsero hace cinco años. Pero aun así, la nostalgia y la tristeza se hacen presentes por repetidos momentos al evocar su recuerdo, en especial en una fecha como hoy.
“Cuando llega el mes de abril empieza a atacarle a uno esas líneas de sentimiento. El dolor se va transformando un poquito, pero esa ausencia no se va”, mencionó pensativa la hija del también bolerista. El artista falleció el 17 de abril de 2014 tras impactar el vehículo que conducía contra un poste del tendido eléctrico en Cupey, cerca de su residencia en la urbanización Venus Gardens. Tenía 78 años.
“Él se manifiesta sobre todo en estos días. Siempre está presente, pero siempre el Jueves Santo va a ser diferente para nosotros, aunque él murió un 17 de abril y no sé cuándo vuelva a caer un Jueves Santo, pero igual se nos hace difícil, y más que los Jueves Santos él y mami (Socorro «Cocó» Prieto) tenían la costumbre de hacer la visita a los siete templos”, agregó Michele, quien desde 2001 vive en Atlanta, Georgia, junto con su esposo e hija.
Al hablar del suceso, le resulta inevitable recordar la manera de ser que lo convirtió en un artista muy querido por el pueblo. “Me hace falta su sonrisa, me hace falta su sentido del humor. Mi papá siempre se estaba riendo. Lo que más extraño es esa personalidad, que era lo que a la gente siempre le gustaba, que papi era una persona muy pueblerina, hablaba con todo el mundo, socializaba. Lo paraban en la calle, le daban conversación. No le decía que no a nadie”, resaltó con orgullo sobre la voz que se destacó con temas como Amada mía, Anacaona y Los entierros, entre una amplia trayectoria musical admirada por colegas -y no colegas- del género.
Durante la conversación, le resultó inevitable recordar el momento en que vivió minutos de angustia en el proceso de enterarse de su fallecimiento, y asimilar que la noticia era una realidad. “Vivo en Estados Unidos y a las 5:00 de la mañana empezó a sonar mi teléfono con mensajes (de texto) de ‘estoy contigo en este momento’”, manifestó. “¿Tú sabes la angustia de que empiezas a llamar a tu casa, y no contesta nadie? ¿Que tienes ese mensaje y no sabes lo que está pasando?”, reflexionó sobre ese amanecer. “Estuve así como que por 40 minutos. Tampoco me atrevía a prender la televisión porque uno, consciente o inconscientemente, tenía miedo de prender y ver algo. Pero ya sabía que algo estaba pasando”, añadió. Poco después de las 6:00 de la mañana, su cuñada “contestó el teléfono y está llorando, y ahí me dice que hubo un accidente. Lo primero que hago es preguntar por mami y papi, cómo están ellos, y ella me lo soltó. ‘Michele, ya se lo llevaron’… Ay no…, fue horrible. Ahí empecé a gritar. Se despierta mi hija, se despierta mi esposo. No había mucha información, solo que había sido un accidente y que estaba solo, y ahí empieza el corre corre”. Fue el salsero Gilberto Santa Rosa quien la ayudó en los trámites para viajar a Puerto Rico. “Se movilizó. Mandó a llamarme, a decirme en qué vuelo me quería montar, y nos sacó los pasajes”, recordó sobre el veterano exponente tropical, de quien valoró la amistad con su padre, y la cercanía que los une al día de hoy como uno más de la familia.
Relató que la viuda también supo de la noticia de una manera inusual. “Mi pobre madre se enteró también cuando prende el televisor esa mañana, pendiente porque como papi no había llegado, salió en uno de los programas que comienza bien temprano en la mañanita”.
Al mencionarla, analiza que una de las mejores decisiones que ha tomado es llevarla a vivir con ella a Atlanta. “Mami está bien. Está acá conmigo. Lo que pasa es que está todavía muy afectada. Eso fue un golpe muy fuerte. Entonces se vio muy sola después que papi murió, en la casa, y creo que esa soledad la estaba consumiendo. Entonces hace dos años le dije ‘mami, ven a visitarme’”. Pero la estadía se transformó en la permanencia de su nuevo hogar. “Tengo mis hermanos, pero ellos tienen sus cosas. José Luis está en Panamá. En Puerto tengo a Richard, a José Enrique y a Alberto. También ha sido duro para ellos”, compartió.
La Navidad no es igual
Por años, era costumbre para Michele y su familia visitar Puerto Rico cada verano y Navidad. Pero eso cambió.
“No faltaba que yo viajara a Puerto Rico y mi papá era el que me recibía en el aeropuerto, y entonces ese primer año que tuve que hacer ese viaje penoso en abril, por la emergencia, y a los a los dos meses que se hizo el tributo en que estuvo Gilberto (Santa Rosa) y Víctor Manuelle, fue la primera vez que viajé sabiendo que él no iba a estar, que no iba a recibirme, sabiendo que la casa iba a estar verdaderamente vacía, que la Navidad ya no iba a ser la misma, porque era la época favorita de mi papá. Él era como un niño pequeño, que se la disfrutaba completa, y la Navidad dejó de ser así, al punto de que dejé de viajar en las navidades”.
Un orgullo que consuela
El tiempo pasa, y ver las muestras de cariño que todavía manifiestan sus admiradores tiene mucho valor para Michele.
“Me llena de mucho orgullo la respuesta que tuvo la Isla y otros países, Panamá, Colombia, Venezuela, cuando murió”, resalta con serenidad. “El recuerdo sigue presente. Todavía en mi página de Facebook la gente me pone cosas, comparten sus tributos”, valoró. “Fueron días fuertes, pero también de alegría porqué eran bellas las demostraciones de cariño, las guardias de honor, todos los colegas que viajaron para estar presente, el gobernador (Alejandro García Padilla) y los días que decretó de duelo. Todo eso nos ayudó a hacer esa despedida menos dolorosa”.
Como parte de las exequias fúnebres, el cuerpo del artista estuvo expuesto en el Coliseo Roberto Clemente, en San Juan, para que el público tuviera la oportunidad de brindar su último adiós. “Mi hija (Mia Michele) era una niña. Tenía 11 años y no entendía por qué tenía que estar tantas horas en el coliseo. Ella quería estar sola con su abuelo. Yo le explicaba que ella perdió a su abuelo y yo a mi papá, pero que todas esas personas perdieron a una persona muy importante para ellos y ‘hay que darles la oportunidad de despedirse’. Esa fue la primera vez que ella tuvo que canalizar y fue impactante para ella”, compartió sobre la menor, quien sobresale en la música, toca el piano y tiene aspiraciones a nivel profesional en la rama artística. Además, como parte de honrar su memoria, el año pasado “se retrató en todos y cada de los monumentos en su memoria (en Puerto Rico), como el mosaico hermoso con el rostro de papi en Venus Gardens. Fuimos a Ponce, al Paseo de los Salseros (dedicado a Cheo Feliciano), al paseo de la fama, a todo”.
Por otro lado, ciertos recuerdos le devuelven una sonrisa a su semblante. “A él le encantaba ver películas de comedia. Se reía tanto. Era un lector ávido, se leía un libro en dos días y tenía una colección que no quería salir de ellos”. Además de su talento para realizar vitrales, Michele recordó su amor para sembrar la tierra. “Era muy bueno con las plantas. Teníamos toronja, plátanos, mangos, aguacates. Tenía un bonsái hermoso que se murió después que papi murió, por más que tratamos de cuidarlo”, lamentó. “Ese tipo de cosas las extraño. Va a ser imposible que yo, y las personas que lo quisimos, los admiradores, lo olviden, y su música es para la eternidad, que es el mejor regalo que tengo”.
Rosa Escribano Carrasquillo