Oración por Ismael Miranda

Fue la sangre nueva de las Estrellas de Fania en el Cheetah, aquel inolvidable agosto de casi 50 años atrás.

Aquella noche, junto a Héctor Lavoe, rindieron al público a sus pies con su explosiva interpretación de “Que barbaridad”, composición de Ismael, quien entonces era el cantante estelar de la Orquesta Harlow.

El fenómeno del Cheetah, con el antecedente años antes del Red Garter, detonó el ‘boom’ de la salsa a nivel mundial y proyectó en particular a los juveniles Héctor Lavoe e Ismael Miranda, que uno u dos años después se lanzaron como solistas, vendiendo miles de copias de sus discos.

Consagrados como parte de los nuevos reyes indiscutidos de la salsa, Lavoe permaneció en Nueva York e Ismael se radicó en Puerto Rico. Lavoe no pudo superar sus problemas personales e Ismael maduró y enfocó su carrera e invirtió en negocios.

Establecer su residencia en Caguas, a pesar de su raíz aguadeña, lo acercó considerablemente al Pueblo, que pronto descubrió su jovialidad, sencillez, humildad y buen sentido del humor.

Ismael, como durante sus años entre el Bronx y el Barrio Latino, siempre ha sido camarada de todas y todos. Es sumamente desprendido y cooperador, al extremo de que en ocasiones prestó sus chaquetas de vestir a un conocido sacerdote muy amigo suyo.

Mi primer contacto con el Eterno Niño Bonito de la Salsa ocurre como fan de la salsa. Aún escucho los elepés “Abran paso”, “Oportunidad” y “Con mi viejo amigo” grabados con Larry Harlow y entre mis prioridades, ya como líder o solista, aparecen “Así se compone un son”, “En fa menor” y “Este es”, aparte de que la profesión me concedió el privilegio de seleccionar la secuencia y redactar las notas de la colección “La Herencia de Ismael Miranda”.

De esa manera ejercer el periodismo en prensa escrita y radial me acercó a Ismael en gestiones de entrevistas, comentarios de sus discos y reseñas de sus presentaciones, como el recital de boleros que presentó en el Condado Plaza en una producción de Nélida Acevedo y Gilberto Santa Rosa.

Ismael Miranda ha ayudado a mucha gente en Puerto Rico y Nueva York, pero siempre lo hizo lejos de las cámaras. Si hubo alguien que ayudó a Héctor Lavoe, tanto tras su intento de suicidio en 1988 como durante la despedida del duelo tras su muerte, ese fue Ismael Miranda.

Jamás olvidaré la tarde que me acompañó a visitar a los confinados del Campamento Zarzal en Río Grande y cómo los complació cantando algunas canciones y exhortándolos a superarse en la vida.

Ahora Ismael necesita que le demostremos nuestro afecto, admiración y respeto elevando a Dios oraciones por su pronta recuperación.

Este pasado año no ha sido fácil para nadie, particularmente para la clase artística. No hay trabajo. Se han cancelado presentaciones y viajes. No hay ingresos por concepto de trabajo y el estrés se recrudece a medida que se dificulta cumplir con los acreedores o sencillamente se deja de hacer lo que tanto se disfruta: cantar.

Se recordará que en noviembre tuvo que posponer el concierto virtual “Abrazo Navideño” junto a Chucho Avellanet, debido al alza en decesos y contagios por Covid-19. Además, para el pasado 6 de febrero se había planificado la función por streaming “Ismael Miranda: Una Leyenda para la Historia”.

Casi un mes después de la pérdida de Tito Rojas, trascendió que el 22 de enero Ismael Miranda fue hospitalizado por molestias y fuertes mareos que afectaban su rutina diaria.

En ese momento la Familia Miranda-Battle suplicó a sus amigos y admiradores una cadena de oración por su restablecimiento.

La Familia Miranda-Battle ha mantenido al Pueblo al día, aclarando que la única fuente autorizada de información son los muros de Facebook y las páginas oficiales del artista.

Su hijo Adam aclaró que su padre, de 70 años, sufrió un infarto isquémico y que aunque ha seguido estable, su estado es muy delicado. Es un proceso que tomará tiempo y solo Dios sabe en su infinita sabiduría si Ismael volverá a cantar.

La familia de Ismael se aferra a su fe en Jesús, médico por excelencia. Ismael fue trasladado a una habitación regular en el hospital, pero este pasado 5 de febrero lo pasaron a la unidad de cuidado intensivo por cambios en los gases arteriales y en su oxigenación, según informa la familia en el comunicado más reciente.

Ismael Miranda, quien el 20 de febrero cumplirá 71 años, no solo es el cantante emblemático, junto a Adalberto Santiago, que aún vive de la época dorada de Fania, sino que es un intérprete cuya contribución a la música en general es muy valiosa.

Su reciente colaboración con la banda Tromboranga, con la cadenciosa interpretación del son “Huracán no me tumba”, confirma su consistencia y la plenitud de sus condiciones vocales.

Ismael, el salsero que mejor ha interpretado los clásicos “La copa rota”, “La cama vacía” y otros inmortalizados por Felipe ‘La Voz’ Rodríguez, es una leyenda por su contribución a la música, pero sobre todo es una persona altruista y de una gran sensibilidad.

En su momento, si Dios lo dispone, cantará, pero por lo pronto las oraciones, pensamientos positivos y buena vibra de sus amigos se deben concentrar en una intención: su recuperación.

Fundación Nacional para la Cultura Popular

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