El legado de Tito Puente se mantiene vigente 20 años después de su muerte

 

Hace 20 años, la figura física de «El rey del timbal», «Tito» Puente, desaparecía, pero no su vigencia musical, de la que aún su hijo, Tito Anthony, e historiadores recuerdan y destacan en todos los rincones del planeta.

«Mi papá se transformaba cuando se subía a un escenario con su orquesta. Fue un músico, pero a la vez un soldado, bien exigente y profesional con sus músicos», resaltó a Efe, Tito Anthony Puente, uno de los tres hijos de Ernesto Antonio Puente, nombre de pila del legendario músico de origen puertorriqueño.

Nacido en el barrio neoyorquino del Harlem de padres puertorriqueños que emigraron a Estados Unidos, «Tito» Puente creció durante la denominada «Jazz Age» escuchando a los Big Jazz Band, oyendo boleros y viendo musicales en televisión.

A los 7 años comienza a tocar el piano y a los 17 ya era considerado un prodigio dentro del «Barrio» -Harlem del Este, en Nueva York-, ya que tocaba, según su hijo, al menos 13 instrumentos, además del timbal, el saxofón, el clarinete, el bajo y la marimba, instrumento parecido al xilófono.

«Mi papá fue un genio y un icono de la música», resaltó sobre su progenitor, conocido por legendarios temas como «Oye cómo va», que grabó en 1963 y que popularizó el guitarrista mexicano Carlos Santana en los años 70.

A los 19 años «Tito» Puente fue reclutado por la Marina de Guerra de EE.UU. y al licenciarse recibió un reconocimiento de la presidencia del país por su participación en nueve batallas.

De regreso a Estados Unidos se matriculó en la centro musical The Juilliard School, en Nueva York. Después pasó por diferentes orquestas de la época como las de Machito o José Curbelo en las que tocaba la batería, hasta que en el año 1949 decide crear su propia orquesta, The Picadilly Boys.

Su primer éxito lo logra con «Abaniquito» que graba en el año 1949, para posteriormente, de 1951 a 1955, grabar los álbumes «Cuban Carnival», «Puente Goes Jazz», «Night Beat» y «Dancemania».

Son los años de la explosión musical cubana en Estados Unidos, los tiempos gloriosos del legendario salón de baile Palladium, ubicado en Broadway con la calle 53 de Manhattan, en el que toca cada noche con su orquesta y donde destaca por su manera de interpretar la música a través de la percusión, además de compartir cartel con su amigo de la infancia, el puertorriqueño Tito Rodríguez.

Viajó por todo el mundo, de Japón a Puerto Rico, interpretando todos los géneros que dominó, lo que incluye el jazz latino, swing, mambo, chachachá y son montuno, algunos de estos originados en Cuba, además de ganar cuatro Grammy.

«Mi papá fue un embajador de la música latina. Será bien difícil llenar sus zapatos. Él fue el rey, pero yo ni el príncipe», afirmó TitoAnthony.

Pese a que pudo aprovechar el conocimiento musical de su padre para convertirse en un gran músico, Tito Anthony contó que su progenitor siempre le inculcó a que fuera a alguna escuela de música, por lo que ingresó a Five Towns College, en Nueva York.

Gracias al grado universitario y sus conocimientos musicales, Tito Anthony también ofrece presentaciones en las que incluye homenajes a su padre.

«Yo empujo la música de mi papá, porque los jóvenes en las escuelas y en las universidades necesitan aprender y reconocer la música de Tito Puente. Mi destino y mi meta es empujar su música a nuevas generaciones», resaltó Tito Anthony.

Por su parte, el comunicador colombiano Robert Téllez dijo a Efe que el legado musical de Puente, quien grabó más de 100 discos a lo largo de su carrera, «se mantiene muy vigente» en la música latina, «ya que muchas de sus ideas y aportes se mantienen, más allá de ‘show’ en el timbal».

Por ello, Téllez mencionó que Puente podría ser considerado uno de los primeros solistas de instrumentos de percusión en destacarse y ser reconocido, y uno de los primeros percusionistas dedicado a la música popular que tenía estudios formales, específicamente en «Juilliard».

«Rompió esquemas trayendo la sección de ritmo al frente de la orquesta, cuando eso no era lo habitual, cambiando no sólo la posición del timbal, sino también la manera de ejecución, que solía tocarse sentado, como en la batería. La postura que Puente le dio al timbal, hoy todavía se mantiene», resaltó Téllez.

Su «visión y su versatilidad» también distinguieron a Puente del resto de los músicos de su época, agregó Téllez, pues el fenecido artista sobresalió tocando diversos instrumentos.

«Realmente son escasos los percusionistas que se destacan como arreglistas, pero Puente tenía un conocimiento profundo de todas las secciones de la orquesta», dijo Téllez.

El también autor destacó que Puente despuntó al «abrirle camino al timbal, que era usado solamente como instrumento acompañante en la sección de ritmo, mediante la cáscara y el baqueteo, para volverlo más protagonista».

De igual manera, Téllez se distinguió por «darle visibilidad a la mujer, algo poco acostumbrado por los directores de orquesta», al integrar a dos de las intérpretes latinas de mayor renombre en la música afrocaribeña, las cubanas La Lupe y Celia Cruz.

Con La Lupe conformó una dupla muy fructífera en producciones como «Tú Y Yo / You ‘N’ Me» (1965) y «Tito Puente Swings/The Exciting Lupe Sings» (1966), mientras que con Cruz grabó «Cuba y Puerto Rico son» (1966), «Quimbo Quimbumbia» (1969), «Alma con Alma» (1970), «En España» (1971) y «Algo especial para recordar» (1972).

Una de las últimas presentaciones que ofreció Puente fue un mes antes de su muerte, junto a la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, en el Centro de Bellas Artes de San Juan.

EFE

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